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viernes, 13 de marzo de 2015

Ella y yo: Los soldaditos de plomo

Estar en un ambiente rodeada de hombres a los que les gusta jugar a los soldaditos de plomo puede que no sea el mejor lugar para una mujer, sobre todo porque las consideran inferiores en todos los sentidos, como si nosotras estuviéremos debajo de ellos en todo momento, lo que puede ser algo irónico si se quiere, o algo absolutamente machista, en el caso mío.
        Pero para una mujer como yo, que le gusta llevarse al mundo por delante y no solo tener la iniciativa, sino el poder, no implica problema alguno.
          Aunque puede que en este momento me retracte un poco de lo antes dicho, y es que ir en helicóptero desde un pacifico aeropuerto a una zona de batalla puede acobardar hasta a la mujer más valiente.
         La vista que estoy teniendo en este preciso momento puede que para muchos sea espantosa, pero para mí es algo excepcional, el desierto y las zonas urbanas destrozadas , con niños y grandes corriendo de un lugar a otro, tratando de protegerse porque ante sus ojos hay un helicóptero de la armada, es una de las postales más tristes que uno puede ver, pero también puede ser una de las más lindas, y no es porque no tenga corazón, porque evidentemente lo tengo, sino porque es una de las que retratan duramente y fielmente la vida. Esa vida que no muchos conocen, y la cuan muchos no quisieran conocer.
         Esa que muestra la clara diferencia entre El Poder ejercido por unos pocos y la sumisión aceptada por muchos, esa  sumisión que les permite vivir, no como quisieran, pero vivir en fin, después de todo eso es lo que muchos queremos y que pocos aprecian, La Vida.
         Cundo aterrice dentro de pocos minutos me voy a encontrar con lo que va a ser mi hogar en los próximos días, meses o años, ya que todo depende de mí estúpido y jodido jefe ,y por su puesto de cuanto quieran los nenes grandes jugar a los soldaditos.
         Puede que al escucharla piensen que realmente no le importa todo lo que está pasando a su alrededor y que su ego es demasiado grande para una pequeña mujer de apenas 30 años, pero lo cierto es que a ella si le importa la causa de la guerra y además está de acuerdo con la misma, no solo por el trabajo, sino como persona, la cual no tiene mucho para recibir pero si para dar, y de eso todavía no se ha dado cuenta.
         El aterrizaje es lo que peor odio de todo esto.
         Sé que suena tonto, pero cuando uno está en zona de guerra el quedarse estático y cerca del suelo no es para nada aconsejable, y es que los nenes que forman el otro equipo están siempre al asecho. No los culpo, si yo jugara a los soldaditos también querría ganar.
         Por fin, después de lo que pareció  una eternidad toque tierra, y si no fuera porque estoy rodeada de “valientes” hombres, hubiera besado el piso.
         Sí, suena patético y lo sabe, pero lo cierto es que ella ama estar sobre sus pies, si, como escucharon, sobre sus pies, esos que tanto idolatra porque piensa que son lo más lindo de todo su cuerpo. Y no la culpo ya que ella en algún punto es parecida a mí, fuerte por fuera y blanda por dentro. Somos de esas personas que lo agrio de la vida nos gusta vivirlo solamente en el interior, porque de esa forma nos creemos fuertes para los demás, y lo que en realidad pasa es que nos mentimos a nosotros mismos, nos engañamos vilmente, diciéndonos que somos de hierro  forjado cuando en realidad somos de un pobre metal. Ella es así y aunque yo quiera no va a cambiar, porque la gente no cambia o por lo menos no hasta que se dan cuenta de algo.

        El lugar no está mal, yo diría que es lo normal, carpas verdes, armamento de todo tipo, gente corriendo  de un lado a otro, y hombres, hombres tomando alcohol, como siempre que están de descanso lo que implica borrachera y gritos muchos gritos de parte de los nenes que tratan de jugar con sus juguetes, pero no pueden porque están rotos o borrachos en este caso, lo que es absolutamente deprimente hasta el punto en que te da asco. Si, asco, eso es lo que estoy sintiendo en este momento, mucho asco y vergüenza ajena también.
         Y es que para Jannette Kirsh, ver a un hombre destruirse de tal manera le trae recuerdos no muy agradables. El solo hecho de saber que alguien se destruye por lo que sea que crea que es su causa la destruye también a ella. En el fondo se siente identificada.

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