El camino es corto, lo hemos recorrido más de una vez, pero como siempre, parece que la puerta de la habitación 20 se encuentra en el fondo del horizonte, entre la tierra y el cielo.
Nuestras manos no se pueden controlar, tocan todo lo que encuentran a su paso, clavándose en cada parte que encuentran como si fueran anclas buscando de donde aferraese.
Al cruzar la puerta me pregunto qué es lo que estoy haciendo, pero no me da tiempo a contestarme, mi cuerpo solo hace lo que quiere, mi mente ya no me pertenece y la razón me abandonó en el primer instante en el que me besó.
La necesidad de poseer todo lo que somos en unos pocos segundos, no vasta para ninguno de los dos y la locura del momento se consume como fuego contra fuego, lento, rápido e incontrolable.
Cada parte de mi cuerpo responde ante su tacto y mi cabeza no para de dar vueltas, de subir y de bajar, la locura está por llegar.
Somos un nudo humano en la oscuridad de una pequeña y roída habitación de un hotel de mala muerte en el pueblo más triste y feo que tiene la noche.
Sus manos son grandes y fuertes, se pasean por todo mi cuerpo como si lo estuvieran recorriendo por primera vez. y en el fondo de mi ser se siente de esa forma. Somos dos personas nuevas, que borraron el pasado para volver a comenzar.
Somos solo suspiros, jadeos, manos y sudor que retumban en la noche.
Las sabanas viejas y con olor a humedad ya no me importan, son solo parte del decorado o quizás un recuerdo presente de la tempestad.
Hay cosas del pasado que no se pueden olvidar, pero cuando quiero recordar la causa de nuestra separación simplemente me hace volver loca bajo su cuerpo.
El roce es nuestra solución para todo, siempre lo fue, es lo que más extrañé.
Manos hábiles y besos arrebatadores, la combinación perfecta entre odio y amor, mezclado con la pasión y el ardor de nuestros cuerpos.
Mi respiración es solo un pequeño jadeo, pero nosotros somos un huracán.
En el fondo del silencio, escondido, se encuentra el sonido de las agujas correr, de los segundos y minutos.
La noche es larga, pero el tiempo es poco. Siempre fue así, rápido y sin rodeos.
Cinco minutos después me encuentro sentada en una cama vacía, que se enfría lentamente y vuelvo a la realidad. Mi trabajo terminó, el dinero descansando en la mesa me lo avisó.
Ahora solo queda esperar hasta fin de mes para volverlo a ver.