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miércoles, 23 de noviembre de 2016

Ciego, sordo y mudo

Los pasos eran lentos, cansinos, iban dejando un rastro de temor, de locura y de pasión; era como si todo fuera arrastrado por ellos. Su sombra no era sombra, era el reflejo de su alma condenada, que recorría las gastadas paredes blancas del pasillo, de un lado a otro, como un animal atrapado.
La sangre fluía por las paredes, como si fuera una catarata de dulce néctar, como si quisiera llegar a mi, aunque lenta y precavida, solo caía como hilos de la vida.
Recuerdo el olor que desprendía su cuerpo, parecido al hierro y a la lejía, a la muerte y a la vida.
Desde mi escondite pude ver y escuchar todo.
De un golpe la puerta se abrió y se echó a la fuga.
Creo que el cuerpo de aquella mujer todavía se encontraba con vida, pero no estoy seguro, no lo comprobé.
Cuando el ruido cesó y pude intuir que ya no se encontraba nadie que pudiera verme salí de mi escondite y corrí sin mirar atrás.
Todavía me perturba saber que nunca se lo conté a nadie, pero supongo que es normal, las palabras no salen fácilmente.

Silencio

 Se le perdió una lágrima.  Se marchito una flor. Se derrumbo un muro de puro dolor. El aire sopló alto y las nubes derrumbo. Dígale al dest...