El recuerdo de una gota de café.

Estoy sentada en lo que parece un viejo café, de esos que uno solo piensa que se pueden encontrar en las películas, chiquito, viejo y con un intenso aroma a grano. El ruido de la máquina con la que el viejo barista trabaja hace un sonido muy peculiar, como el vapor que sale de una plancha y junto con él la caída de la exquisita bebida humeante y sus últimas gotas, cluc, cluc...
El ambiente cálido y casi hogareño hace que me sienta cómoda y hasta diría yo, que me da una sensación de abrazo.
Con mi café en la mano estoy a la espera de mis recuerdos, pero todavía no han llegado.

El primer sorbo hace que todo mi cuerpo se estremezca, es un temblor agradable, y receloso, de esos que te endulzan el corazón a más no poder.
Con el segundo sorbo puedo sentir sus brazos a mi alrededor, apretando fuerte pero suave al mismo tiempo.
Su recuerdo va volviendo gota por gota a mi mente.
Sus ojos eran de un color resplandeciente, de un color dudoso por momentos, pero que hacen que no puedas dejar de mirarlos. Hipnotizada me dejaban, y todavía lo hacen estén donde estén.
La dulce melodía de sus labios y los míos en un pequeño suspiro, creí escuchar.

La dulce pareja sentada en la mesa que se encuentra al lado de la ventana principal, me hace acordar a la primera vez que vinimos a éste café. Hacía poco que nos habíamos conocido y todavía actuábamos de forma torpe entre nosotros, pero luego de la primera taza todo cambió. Estábamos ubicados en la misma mesa en que se encuentra esa pareja ahora, y puedo vagamente recordar que mientras yo te estaba contando algo, tu no dejabas de sonreír. Tenías la sonrisa más bonita que alguna vez había visto.
Con un sorbo más, me doy cuenta de que no te quiero recordar por completo, y es que nunca fuimos un todo, solo éramos un momento y un lugar. ¿Será que no me podías amar de la misma manera que lo hacía yo?

Tan pronto como termino mi café, me olvido de tu recuerdo, pero la sensación de que me falta algo o alguien todavía la sigo sintiendo.